2 de marzo de 2008

La línea del tiempo y del espacio


Curioso, sí, cómo acudo a ti cada madrugada. Aquí estoy, las dos de la mañana, vagando, tras haberme quitado un buen puñado de agobios de encima. Aquí estoy, intentando respirar entre el calor, el sueño y los ojos que no dejan de parpadear. Bebo agua, observo la noche callada, el ruido del ordenador, la luz del flexo, los perros durmiendo entre la ropa desordenada, mi cuerpo cubierto de tu ausencia, el escritorio desordenado, tu nombre que surge en todos mis silencios. No sé por qué, acudes a mí o yo acudo a ti, el caso es que, mientras tú duermes, yo te sueño y, como un fantasma invisible, anhelo verte tumbada en el colchón para tumbarme tras de ti y olerte, llenarme de tu olor a fruta desconocida y, al calor de tu abrazo, dejar que la noche me lleve a donde estés tú.
Siento miedo de pensar cuánto nos queda y qué poco nos falta. Necesito que la semana termine llegando al lunes para volar contigo hasta la tierra de la pasta y el amor, quitarme de encima las tensiones y disfrutar de ti a cada minuto. Hoy, mientras me probaba ropa, pensaba en ti y en mí paseando entre los monumentos que millones de ojos han visto y pensar que va a ser algo único para nosotras, algo que jamás hemos contemplado antes en vivo y en directo. Un tiempo único y especial, que se deslizará con nosotras y se clavará en la memoria de nuestras existencias.
Cuánto deseo a las calles por las que pasearemos, los cielos que observaremos, las noches que nos amaremos, los deseos que contendremos, la belleza que nos rodeará.
Qué afortunadas somos, mi niña, tú y yo, que seguimos siendo dos chicas disfrazadas de blanco, que hoy no lloramos como llora otra chica, tan cercana a nosotras, que se sabe descubierta y perdida, sin poder aferrarse a su disfraz.
Qué afortunadas somos, mi niña, tú y yo, que nos tenemos mutuamente para tocarnos y palpar la piel, la carne, que nos revela que es real esto que sentimos.
Qué afortunadas somos, mi niña, tú y yo, que nos queremos tanto y no tenemos que separarnos. Qué afortunadas, mi cielo...y quejándonos por no poder revasar la línea del tiempo y del espacio...

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