Hoy ha sido un día agridulce. Desperté con tu voz y el recuerdo de que mañana regresas me ha sostenido todo el día en una suave tranquilidad. Sin embargo, las cosas se fueron torciendo hasta llegar a ahora, cuando necesito que estés al otro lado del teléfono, llamarte, contarte todo lo que pasa por mi mente y que tu voz me mezca, que lo soluciones todo con tres palabras tontas o, que no soluciones nada, que me dejes desahogarme, pelearme conmigo misma...y saber que luego te llamaré de nuevo para decirte que se me olvidó decirte que te quiero. Cuento las horas, deseando que llegue ya la tarde de mañana, cuando llegue a tu portal, pegue a tu portero y, mientras subo esas escaleras (que me hacen temblar) te vea al fin de los peldaños, sonriéndome...y toda la tempestad quede reducida a un huracán que ya pasó...
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