Me refugio aquí cuando siento que me faltas tú. Siento dentro de mí muchas cosas de las que no puedo hablar, ni siquiera hablarte. Te necesito de una manera que no puedo explicarte, y me duele de la misma manera que te alejes de mí. Sé que mis palabras son confusas, entiendo que puedas perderte en el océano de mis sentimientos sin nombre. Tampoco puedo decirte qué te pido, no sé ni siquiera qué es lo que quiero. Te anhelo todo el tiempo, pero nunca me sacio de ti cuando puedo tenerte. Me haces inmensamente feliz, porque llegas y borras el dolor y las dudas, sustituyes este silencio por tu sonrisa cómplice y eso me calma. Pero vuelves a irte, las paredes son a la vez amigas y enemigas, curiosa paradoja. Me siento atada de pies y manos, tengo un huracán en el estómago y las manos vacías.
Intento aferrarme a mis proyectos, ilusionarme con las pequeñas cosas y confiar en lo que me hace feliz. Por eso confío en ti y te sigo con vehemencia, deseándote lo mejor para que juntas disfrutemos de todas las victorias.
Pero...perdóname, aquí sigo estancada, cayendo una y otra vez en mí misma, golpeándome siempre con esta barrera invisible que no puedo siquiera atisbar. Y me ahoga el nudo, y me aprieta la soledad, porque contigo todo se llena de quimeras, sin ti vuelve lo que me aterra. Todo son espejismos que me hacen difícil llegar a comprender qué es lo que pasa, cuál es la realidad.
Por más que te toco, una y otra vez, nunca llego a saber si eres carne y hueso, o sólo irrealidad...
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