Es estar sin ti y todo mi cuerpo se revoluciona. Se ha rebelado a mí, me hace sufrir, es dolor físico lo que siento, nada de figuraciones, me duele el estómago, las manos, los pechos, las piernas y los labios porque no te tengo en mí. No puedo olvidarte y tu recuerdo me enreda una y otra vez, como una maldita espiral angustiosa. Te deseo, te anhelo. Ahora te imagino mientras veo pasar los minutos, eternos sin ti. Te imagino, sé lo que haces y me muero de celos. Celos de los que te oyen y te ven, celos de los que te huelen y te tocan, celos de los que beben tu risa y reciben tus palabras, celos de que la noche te tenga y yo tenga que conformarme con tu fantasma. Los celos me poblan, los celos me enervan, me ahogan. Te necesito más que nunca, como la comida o el agua, eres mi necesidad más básica y, estoy segura, sobreviviría bebiéndote y comiéndote, despacio entre muchos suspiros. Así me alimento, de tu risa, de tu mirada, de cada una de tus caricias e incluso de tus sueños, que también son los míos. Y hoy, entre el hambre y la rabia por no tenerte, celosa, dolida por tu ausencia maldita...me corrompen las horas, las horas que pasan sin piedad, que no te traen a mí...
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