Al límite

No puedo concentrarme. Sólo puedo pensar en ti. Creo que tampoco pongo demasiado empeño en desecharte de mí, es tan dulce tirarme horas suspendidas de tu sonrisa...
Anoche soñé contigo, desperté muy temprano con tu nombre en mi cabeza, y lo primero que hice fue estirar la mano buscando la forma para que fueras consciente de que eres mi único pensamiento al abrir los ojos. Ese pensamiento que me hace esbozar una sonrisa tonta, enamorada, al fin y al cabo, que me empuja a la alegría de vivir.
Y, más tarde, clavada en el incómodo aparato del dentista, tu existencia me ayudaba a olvidar el dolor, a respirar más tranquila. A pesar de los pesares, me protegías en la distancia, me acunaba tu recuerdo, me aliviabas aunque no estuvieras (porque sí estabas en mí).
Cuando regresé a la casa desierta, sólo quería hablar contigo; más que contarte, escucharte, que tu voz me devolviese la certeza de que no eres un sueño.
Qué más puedo decirte que no sepas...redundaré en lo que ya conoces; que me derretí oyéndote, que me reí de tu risa, que me enamoré (aún más) de tu forma de ser, que me mordí los labios con mi propio deseo, que te anhelé, que hiciste a mi corazón latir de una forma ansiosa pero enérgica, viva...me haces vivir, al límite de la cordura y la locura siempre.
Ay, mi amor, no puedo concentrarme, sólo pensar en ti. Vienes pero nunca te vas. Nadie lo comprende, que te necesito cada segundo para sentirme bien, que si tiemblas, erupciono, que si lloras, lluevo, que si eres feliz, estallo.
A veces creo que ni yo mismo puedo comprenderme...pero bueno, no es nada nuevo...¿acaso alguien puede comprender al loco amor?