A veces me pregunto cómo se puede querer tanto a alguien. Es como cuando nace un pequeño ser que amamos con todo nuestro corazón y ni siquiera conocemos. Nosotras nacimos hace mucho y nos quisimos con toda nuestra alma. Día a día besamos la piel que se estiraba, bebiendo las risas, alimentándose de cariño, estremeciéndose con las caricias y descubriendo secretos que ni los más íntimos diarios conocían. Hace ya casi dieciséis meses que dimos a luz a este ser desconocido que nos sorprendió a ambas. No lo esperábamos, pero sí que lo deseábamos. Miro hacia atrás y me parece tan grande la distancia que nos separa de las primeras semanas en las que nos recorríamos el cuerpo con curiosa avidez, de amantes primerizas y temerosas.
Hoy caminaba de vuelta a casa pensando en ti , dibujándote en mi mente con una precisión absoluta. Cada trocito de piel, cada huella, cada curva y cada meta, está grabada en mi cabeza, como todos los recuerdos se hallan grabados en mi corazón.
No te diré todo lo que eres, porque acabaría antes diciéndo que lo eres todo. Y aunque últimamente habite un mundo extraño, donde me acechan los temores y la tristeza, sé que eres mi compañera, ese pequeño cuerpo al que puedo abrazarme (aunque no todas las noches que me gustaría) para abandonarme en la calidez que desprendes y sentirme segura en tu abrazo.
Quizá no sabes que eres lo que me ata a la tierra, tú eres mis raíces, desde ti construyo hacia el cielo una aventura constante, que día a día, se vuelve más bella.
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